En la zona rural del municipio de Metapán, en El Salvador, cuando llueve o hay un fuerte viento, ramas y árboles caen y dañan el alumbrado eléctrico de la comunidad. El factor agravante es que hay un difícil acceso para llegar al cantón. Así, es común que la compañía del alumbrado eléctrico no llegue prontamente a solucionar la situación. Esto impacta en el día a día de los habitantes, incluso el de un estudiante del Instituto Nacional Benjamín Estrada Valiente, que, junto con dos compañeros de clase y la profesora mediadora, crearon un mini generador eólico para esta comunidad.
El proyecto llamado “Elitorre”, fue finalista de Solve for Tomorrow 2022 – América Central y región del Caribe, que reúne a 11 países: República Dominicana, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Venezuela, Belice y Barbados. Según la profesora Cecília Gallardo, el primer paso fue un ejercicio de empatía, como indicado en la ruta de proyectos del programa. “Uno de ellos vive en un cantón donde esta problemática de energía le afectaba. Entonces, fuimos hablando de energías renovables y el daño medioambiental que estamos sufriendo. Pues se le ocurrió a él; poder implementar una solución en su comunidad”, dice Gallardo.
La profesora Cecilia Gallardo enseña Ciencias Físicas en la institución y también en el Bachillerato Técnico en Ingeniería Cívil, que es su área de formación. Pero los estudiantes involucrados en “Elitorre” tenían entre 17 y 18 años y estaban en el segundo año de Mecánica Industrial, en el Bachillerato Técnico (el penúltimo año de escolarización obligatoria). “Me enteré de ellos y que les gustaba participar en cuestiones similares a las de Solve for Tomorrow. Entonces vi la oportunidad y ellos aceptaron el reto. Participar en este programa requiere responsabilidad de los chicos, porque ellos tienen que estar atentos a sus estudios y también dedicarle cierto tiempo al proyecto”, declara.
Convirtiendo viento en electricidad
Lo que empezó como una discusión para ser una solución emergencial de energía eléctrica pronto creció para también ser una forma de reducir los gastos para la población y ser una mejor alternativa para el planeta. La ambición era grande, a pesar de ser la primera vez que el equipo (profesora y alumnos) desarrollaba un proyecto de este tipo. “No hacía mucho tiempo que se había construido un parque eólico en Metapán, aprovechando las ráfagas de viento que comparten Guatemala y El Salvador. Eso fue lo que también nos ayudó a pensar en esta solución”, añade.
Para sacar las ideas del papel, tuvieron como aliados ingenieros eléctricos conocidos de la maestra, que les dieron sugerencias de cómo hacer un proyecto más “micro” en comparación a un parque eólico, además de indicar datos más precisos sobre el tema (por ejemplo, la cantidad de tiempo que la batería se iba a cargar relacionado a la velocidad del viento).
Entre los materiales necesarios, están un motor, lámina y protección para las aspas del ventilador, hierro para las torres o la base para sostener el generador eólico, además de cemento y arena para que el suelo pudiera ser estable. Todo costó 260 dólares. “Sólo lleva una batería, entonces si fuera incrementar la potencialidad del prototipo, sería más costoso, pero rentable a largo plazo, porque duraría más tiempo”, explica.
Básicamente, la velocidad de los vientos genera energía cinética (de movimiento) por las aspas. Los cables son utilizados para almacenar esta energía y con un inversor se convierte la corriente para utilizar la electricidad.
Los estudiantes aprendieron a encontrar adaptaciones según el contexto al que se enfrentaban y a cambiar la escala en función de lo que fuera más factible. Esto les animó a ver las cosas desde distintos puntos de vista y a ser curiosos, cree Gallardo.
Alianzas y adaptaciones para superar retos
Una alianza fue importante para el éxito del proyecto. No podían usar cualquier imán, debían ser potentes. Sin embargo, los que consiguieron eran de mala calidad y se rompieron cuando hicieron el testeo. Fue difícil volver a encontrarlos, pero por suerte uno de los alumnos trabajaba en un taller mecánico y sus jefes le ayudaron a encontrar un imán. “Nos mejoró mucho la velocidad de las aspas y fueron bastante estables”, concluye.
Reproduciendo modelos estándar de torres eólicas, el equipo quiso primero instalar el prototipo en el suelo. Pero se dieron cuenta de que tendrían que crear una torre muy alta para aprovechar realmente la velocidad del viento. “Cuando analizamos de hecho la zona de implementación del prototipo, llegamos a una solución para reducir los costos: ideamos que podríamos hacerlo apoyado a las paredes de alguna casa de la vivienda”, dijo la educadora.
Al final del proyecto, El Salvador pasó por una tormenta tropical que duró una semana y a raíz de ello, el equipo no logró ir a testear e implementar el prototipo. “Pero nos adaptamos nuevamente e hicimos las pruebas en el taller de la escuela, utilizando un ventilador como si fuera viento natural y llegamos a los resultados preliminares”, informa. Capturando el viento durante unas 10 horas y con una pequeña batería de 12 volts, lograron cargar una computadora y luminarias con una duración de 4 horas. “Hay posibilidad de desarrollar el proyecto a mayor escala, utilizando baterías más grandes y un motor más potente”, comenta.
Preparación para el futuro
Gallardo dijo que el resultado más importante fue el desarrollo de las habilidades blandas de los estudiantes porque ya tenían mucho del conocimiento técnico necesario para hacer el proyecto. Por ejemplo, aprendieron a trabajar en equipo. “Yo los incentivaba a escuchar y respetar los puntos de vista de cada uno”.
Además, la experiencia reforzó el mensaje de la importancia e impacto de las acciones de los estudiantes y ella cree que fue un importante aprendizaje también de comunicación. “Son instituciones públicas y no se trabaja mucho, en la mayoría de las materias, que los chicos aprendan a expresarse en público. No están acostumbrados a estar en este tipo de situaciones, pero ellos fueron mejorando para prepararse para el pitch del programa”, recuerda.
Aunque los jóvenes no siguen hoy con una formación científica en la universidad, la maestra señala la importancia de haber tenido esa experiencia en Solve for Tomorrow. “Este programa les dió la oportunidad a estos chicos de participar en un proyecto científico y conocer cómo se desarrollan experimentos. Eso les da mayor seguridad para integrarse al campo laboral”, contextualiza Gallardo, explicando que ni siempre es posible ingresar a la universidad.