Prácticas inspiradoras

Ganador 2024
Paraguay
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#Medioambiente

Educación ambiental en práctica: estudiantes usan residuos para generar energía

El proyecto crea una solución sostenible de impacto social con tecnología y empatía

Profesor(a)

Foto de Leticia Valeria Cuevas Sánchez
Leticia Valeria Cuevas Sánchez

Escuelas

Colegio Nacional EMD Miguel Ángel Rodríguez

Nombre del proyecto

Smartbin

Áreas STEM

Ciencias, Ingeniería, Matemáticas, Tecnología

Otras áreas de conocimiento

Educación Ambiental, Química

Tres estudiantes de Paraguay estaban preocupados con los frecuentes cortes de energía eléctrica y decidieron poner la educación ambiental en práctica: desarrollaron un contenedor de residuos inteligentes que convierte desechos orgánicos en biogás, una fuente de energía limpia y renovable. La iniciativa llamada “Smartbin” fue ganadora de Solve for Tomorrow 2024 en Paraguay, Argentina y Uruguay.

Mientras investigaban sobre el déficit energético de su país, reflexionaron acerca de la gran cantidad de desechos que generaba el almuerzo escolar. “De repente hay muchos residuos orgánicos, como restos de banana. Pensaron y dijeron: cómo podemos transformar los residuos orgánicos en biogás para poder de repente utilizarlos en pequeños electrodomésticos?”, recuerda la profesora mediadora, Leticia Cuevas.  Ella es ingeniera en sistemas informáticos y es la maestra de tecnología de la escuela, donde encabeza el M.A.R. Tech Club (acrónimo del nombre del colegio, Miguel Ángel Rodrígues). 

La iniciativa escolar, creada en 2022 para impulsar proyectos en este ámbito, reúne a alumnos de varios cursos de educación científica y técnica y fue donde nació el equipo de “Smartbin”.  Son estudiantes de bachillerato científico y técnico, que, en Paraguay, es una etapa intermediaria entre la escolarización básica y la educación superior. Dos miembros del grupo ya habían hecho un proyecto que quedó finalista en Solve for Tomorrow el año anterior: el “Neolimb”. A ellos se unió la hermana mayor de una de las estudiantes.

“Un punto importante que ya sabíamos que teníamos que observar en un proyecto así era su viabilidad. Vimos diseños a nivel industrial y otros más pequeños hasta llegar al nuestro modelo de prototipo”, describe Cuevas.

Proyectos así dan las herramientas para que el día de mañana sean capaces de generar soluciones en cualquier contexto. Le despierta la curiosidad, cree la profesora.

Una de las alumnas, Emilia, fue la encargada del diseño; primero a mano y después en una herramienta digital. Con esa base, todo el grupo hizo el montaje de la estructura. Tuvieron que trabajar con la parte electrónica, añadiendo una balanza en la parte inferior del botellón que se conecta a un Arduino Omega 2560, una placa de microcontrolador de código abierto que se puede programar para controlar dispositivos electrónicos como motores y sensores y que en este proyecto hace el control de la carga dentro del prototipo.

Los restos del almuerzo se convierten en gas para la cocina

La propuesta es que los residuos ingresen por un embudo con tapa operado por un servomotor; o sea, un dispositivo diseñado para controlar movimientos con alta precisión, también conectado a la balanza. 

Así, cuando llega a una capacidad máxima, una compuerta se cierra automáticamente, para iniciar la digestión anaeróbica. Es decir, cuando está cerrado, el recipiente queda libre de oxígeno (ambiente anaeróbico) y así permite tener un proceso biológico en el cual diferentes microorganismos descomponen la materia orgánica interna.

Esa digestión genera, en contrapunto, el biogás, que es percibido por el peso y el volumen que se muestran en la pantalla LCD. Además, un sensor es utilizado para detectar la presencia de gases inflamables, monitorear la producción de biogás en tiempo real y activar alertas para su almacenamiento seguro.

Con cálculos, llegaron a la estimativa de que con 3.8 kilos de residuos se puede generar por día 14 kilowatts de energía. Eso es lo suficiente para abastecer un ventilador por 8 horas. El gas también puede ser usado en hornallas, calones, hornos o convertirse en combustible para generadores eléctricos.

Mientras desarrollaban el proyecto, el equipo visitó otra escuela que tenía una planta de biodigestor grande, pero sin la parte electrónica. “Empezamos a intercambiar información. Ellos nos dieron algunos tips sobre seguridad; cómo usar una válvula para el control del escape de metano”, dijo Cuevas.

El equipo hizo todas las pruebas de la parte electrónica, pero, por limitaciones de tiempo, se programaron para hacer los testeos con los residuos de la escuela, en práctica, en 2025.  Para el futuro, la profesora piensa en ampliar aún más la tecnología del proyecto de educación ambiental en práctica. “Nos gustaría que los datos que ahora se ven en la pantalla LCD pudieran estar disponibles en un sistema en línea, para que cualquier usuario pueda mirar a través de su celular”, vislumbra. El gran sueño, al final, es tener una planta robusta biodigestora en la escuela.

Más allá de la educación ambiental en práctica, el proyecto trabaja la autonomía

Cuando se ponen manos a la obra, los estudiantes no sólo ejercitan los conocimientos teóricos sino que también desarrollan habilidades blandas, como la independencia. “Cuando teníamos la tutoría del programa, no siempre todos podían participar. Pero los alumnos que se conectaban, después le explicaban al resto. Trabajaron con mucha responsabilidad en todas las etapas y fueron realmente los protagonistas”, comparte Cuevas.

Para profesores que no tienen experiencia con Design Thinking, la maestra aconseja trabajar todas las etapas de la ruta de proyectos, sin saltarse ninguna, y dar la libertad para que los jóvenes elijan el tema y trace el camino. “Tener más cuidado con cada puntillo, de cada fase del proyecto, creo que fue nuestro diferencial este año”, señala.

¡Enfócate en la práctica!

Consulta la guía de la profesora sobre cómo aprovechar residuos de comida de la escuela para producir biogás.

Empatía

El proyecto “Smartbin” surgió a partir de una inquietud compartida por tres estudiantes de bachillerato técnico y científico en Paraguay: los cortes frecuentes de energía eléctrica. Al investigar el problema, detectaron la relación entre la escasez energética y el desperdicio de residuos orgánicos durante el almuerzo escolar. Esta observación inicial se convirtió en el punto de partida para una reflexión más amplia sobre cómo aprovechar estos desechos para generar energía renovable. La orientación de la profesora Leticia Cuevas y la dinámica del M.A.R. Tech Club del Colegio Miguel Ángel Rodríguez, facilitaron un entorno en el que los estudiantes pudieron vincular un problema cotidiano con un enfoque práctico de solución.

Definición

Una vez identificada la problemática, el equipo definió su objetivo: crear un sistema capaz de convertir residuos orgánicos escolares en biogás utilizable como fuente energética. Para ello, delimitaron criterios técnicos y de viabilidad, observando modelos industriales existentes y adaptándolos a su contexto con recursos limitados. La necesidad de un prototipo de bajo costo, funcional y seguro, guió las decisiones iniciales. Además, se planteó el propósito educativo del proyecto, con énfasis en la sostenibilidad y en la formación de capacidades prácticas en el entorno escolar.

Ideación

Durante la fase creativa, los estudiantes evaluaron distintas opciones de recipientes y componentes reutilizables. Decidieron emplear un botellón de agua de 10 litros disponible en la escuela. También integraron caños de PVC, una canilla y otros materiales reutilizados. El sistema debía incorporar sensores y automatismos que permitieran controlar el ingreso de residuos y monitorear la producción de gas. A partir de esas decisiones, definieron la incorporación de una balanza digital, un servomotor y sensores conectados a una placa Arduino, con el fin de automatizar el proceso de digestión anaeróbica y garantizar la seguridad operativa.

Prototipo

La construcción del prototipo incluyó el montaje del botellón, la instalación de la balanza inferior y la conexión al Arduino Mega 2560, que centralizó el control del sistema. El embudo superior, operado por un servomotor, permitía la entrada de residuos hasta alcanzar un peso determinado, momento en el cual se activaba la compuerta de cierre. La digestión sin oxígeno generaba biogás, cuya producción era supervisada mediante un sensor mq5, responsable de emitir alertas ante la presencia de gases inflamables. Los datos se mostraban en una pantalla LCD, y se realizaron pruebas de funcionamiento de cada componente electrónico.

Testeo

Debido a las limitaciones de tiempo, las pruebas con residuos reales fueron programadas para el año siguiente, aunque todos los sistemas electrónicos fueron verificados previamente. El equipo complementó su preparación con la visita a otra escuela con un biodigestor en funcionamiento, donde intercambiaron información sobre medidas de seguridad y uso de válvulas para el control del metano. A futuro, se proyecta desarrollar una versión con monitoreo en línea para facilitar el acceso remoto a los datos. El proceso no sólo fortaleció conocimientos técnicos, sino también habilidades como la autonomía y la colaboración. La experiencia reafirmó la importancia de seguir cada fase del Design Thinking con precisión y permitir que los estudiantes lideren sus propios procesos de aprendizaje.

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