Aprovechar las propiedades farmacéuticas y medicinales de los recursos naturales es una tendencia creciente para promover la sostenibilidad en todo el mundo. En la región amazónica, hogar de la mayor biodiversidad del planeta, no podría ser diferente. De la unión de una resina y una planta arbustiva surgió Nanofotocream, una crema multifuncional desarrollada por un equipo de cuatro estudiantes y dos profesores del Instituto Federal de Rondônia (IFRO). El proyecto ganó la 10ª edición de Solve for Tomorrow Brasil, proponiendo una cosmética innovadora, natural y con bajos costos de producción.
El producto tiene como base extracto de carayuru, un arbusto medicinal y aceite de colofonia, una resina natural. Ambos son conocidos por su función antiinflamatoria y se pueden encontrar fácilmente en el estado de Rondônia. A partir de una serie de pruebas químicas, el grupo logró desarrollar una crema capaz de proteger la piel de la luz solar, prevenir enfermedades como el cáncer de piel, prevenir el envejecimiento prematuro provocado por los radicales libres y actuar también como repelente contra insectos portadores de enfermedades tropicales.
Los integrantes del equipo cursan 1º de bachillerato (antepenúltimo año de escolaridad obligatoria), tienen 15 años y son estudiantes del ciclo técnico profesional de Química. En Brasil, cada estado tiene un Instituto Federal, donde existe la posibilidad de que los estudiantes completen la educación secundaria (los últimos tres años de la escolaridad obligatoria) junto con la formación técnica. De esta manera, el estudiante cuenta con las materias del plan de estudios tradicional del bachillerato y las propias del curso técnico elegido.
Según Minelly Azevedo, una de las profesoras responsables del proyecto, todo comenzó en una asignatura del primer semestre, que enseña los fundamentos de la experimentación química. “Así que comienza el curso, la clase debe empezar a pensar en desarrollar productos o brindar servicios. Y aquí en la Amazonia tenemos varios problemas sociales; incluida la salud pública. Al discutir estos asuntos, uno de los estudiantes planteó el tema de la fotoprotección”, recuerda la educadora.
Vimos que hacer un protector solar era algo posible e importante para nuestra región. Por eso, comenzamos a hacer un levantamiento bibliográfico y observar los productos disponibles en el mercado para comprender mejor las ventajas y desventajas de este proyecto, explica Azevedo.
Un detalle que llamó la atención del equipo fue darse cuenta de que la mayoría de los protectores solares a la venta resaltaban la función antioxidante. “Entonces, reflexionamos sobre lo que significa ser antioxidante y cómo podríamos incluir esta propiedad en nuestra crema. Luego, un estudiante sugirió que el producto también podría ser repelente. ¿Por qué no combinar todas estas ideas?”, dice la profesora.
Ciencia para la bioeconomía
Paralelamente a la decisión sobre la técnica adoptada, el grupo decidió los insumos necesarios. Se realizaron pruebas con varias plantas, pero algunas candidatas fueron eliminadas por no tener olor ni color agradable. Finalmente se eligió el carayuru, que ya se utiliza habitualmente en fitoterapia (tratamiento que utiliza plantas o derivados de plantas como medicamentos) para casos de anemia y úlceras. Además, elegimos el aceite de colofonia, que se utiliza como cicatrizante, expectorante y antimicrobiano. “Nos preocupamos por investigar los frutos de nuestra biodiversidad y estimular la bioeconomía local”, subraya.
Otro aspecto tomado en consideración fue asegurar que los componentes utilizados en la fórmula no generaran contaminación del agua o suelo. “No puede ser perjudicial para la piel de las personas ni generar residuos contaminantes. Por eso trabajamos con polímeros sintéticos biodegradables”, informa.
Experimentación desde temprana edad
Cada año, los profesores de IFRO realizan una convocatoria voluntaria para estudiantes que quieran desarrollar proyectos extraescolares de iniciación científica. “Para este tipo de proyectos solemos trabajar con alumnos de 2º año en adelante, que ya tienen una base de conocimientos. Nunca imaginamos que los alumnos de 1º año pudieran progresar tanto con este producto”, revela Azevedo.
Dice que fue una apuesta formar este grupo a una edad tan temprana, pero también fue una grata sorpresa ver la madurez de los adolescentes. “Nos dejó una lección de que la experimentación puede venir desde el principio, aprovechando la energía y las ganas de participar en este grupo más joven”, apunta.
Para Azevedo, la tutoría de Solve for Tomorrow fue crucial en este proceso. “Nuestra mentora pudo acceder en todo momento a estos jóvenes, intercambiando experiencias y motivándolos. Fue increíble. Y nosotras como profesoras aprendimos mucho”, destaca.
Parte del éxito también se debe a la implicación de las familias: “Fue muy importante el apoyo de los padres, animando a los alumnos y entendiendo que a veces necesitaban permanecer más tiempo en el colegio”, refuerza.
Con los resultados positivos, la idea ahora es continuar el proyecto en los próximos cursos académicos, realizando pruebas más elaboradas, de modo que el prototipado esté totalmente terminado al finalizar el bachillerato. La marca “Nanofotocream” ya ha sido registrada y el objetivo es registrar la patente al finalizar los tres años de estudio.