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Proyectos STEM desarrollan habilidades blandas en estudiantes

El impacto positivo del enfoque STEM va más allá de la escuela: ayuda a formar personas comunicativas, resilientes e innovadoras.

Los proyectos STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) suelen destacarse por el aprendizaje práctico, pero te equivocas si crees que solo desarrollan competencias técnicas específicas. Estos proyectos también permiten el desarrollo de habilidades blandas esenciales para niños y jóvenes.

Las habilidades blandas son competencias que implican la gestión de las propias emociones, las relaciones interpersonales y la capacidad de manejar situaciones de manera equilibrada y empática. Incluyen desde la comunicación y la empatía hasta la capacidad de trabajar en equipo, resolver conflictos y perseverar ante los desafíos, siendo fundamentales para el bienestar personal y profesional.

Los proyectos STEM involucran prácticas basadas en la colaboración y la resolución de problemas reales, creando un ambiente creativo donde los estudiantes interactúan activamente y aprenden de las experiencias de los demás. Al participar en estos proyectos, los jóvenes necesitan transmitir sus ideas, simples o complejas, haciendo que la comunicación sea un proceso más natural. Además, aprenden a traducir conceptos técnicos a un lenguaje coloquial, lo que también los prepara para expresar pensamientos de manera clara y efectiva.

Esto fue lo que hizo el equipo del proyecto “Planta comunitaria de elaboración de productos medicinales“, ganador de Solve for Tomorrow Venezuela en 2021. El grupo desarrolló un proyecto STEM para ayudar a los miembros de su comunidad que habían perdido el acceso a medicamentos debido a la crisis económica en el país. Para ello, ejercitaron sus habilidades comunicativas, realizaron entrevistas con las personas y a partir de sus necesidades, tuvieron la idea de desarrollar un prototipo para apoyar la producción de remedios naturales.

Otro factor importante en este tipo de proyectos es el trabajo en equipo, que estimula la colaboración constante. La cooperación entre compañeros va más allá de la división de tareas: es una construcción conjunta que permite desarrollar la responsabilidad mutua y la confianza, enriqueciendo la experiencia de aprendizaje. La práctica colaborativa abre espacio para la empatía, permitiendo que los jóvenes comprendan las perspectivas de los demás y valoren la diversidad de ideas.

Juntos, los estudiantes encuentran soluciones creativas a problemas reales. La práctica de resolver desafíos fomenta el pensamiento crítico y la flexibilidad, dos habilidades importantes para afrontar un mundo en constante cambio. El proyecto “Pulsera alarma para caminar con seguridad“, finalista de Solve for Tomorrow Brasil en 2021, es un ejemplo de cómo incluso las actividades cotidianas pueden generar soluciones de impacto social. La idea surgió durante la clase de Proyecto Integrador, cuando las alumnas se dieron cuenta de que era posible crear un proyecto en respuesta a la violencia contra mujeres y personas LGBTQIA+. A partir de allí, pensaron en desarrollar un dispositivo simple con rastreador, como los que están presentes en los teléfonos móviles. Finalmente, desarrollaron un prototipo de una pulsera que emite alertas de sonido y luz para ayudar a pedir ayuda en situaciones de vulnerabilidad o peligro.

Mientras los estudiantes se organizan para probar su prototipo, la autogestión y la responsabilidad también se trabajan en los proyectos STEM; especialmente en actividades más largas, donde los estudiantes necesitan planificar el tiempo, monitorear sus tareas y asumir un compromiso con las metas establecidas. Esta experiencia enseña la importancia de cumplir plazos, no desistir y reflexionar sobre el impacto de sus acciones dentro de un equipo.En el proyecto “City Sensor“, ganador del programa en Argentina en 2023, los estudiantes distribuyeron dispositivos en Buenos Aires para monitorear la calidad del aire. Pusieron en práctica competencias técnicas como desarrollo web, uso de sensores y diseño 3D. Pero, además de eso, lo que más sorprendió al profesor mediador fue cómo los jóvenes aprendieron técnicas de gestión para hacer realidad el proyecto. Cada estudiante tenía una función, y el grupo se reunía periódicamente para montar cada etapa del proyecto. Al comprometerse con cada paso de la ruta de proyecto, lograron obtener resultados juntos.

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